La entrevista se enfocó en la profesión y vivencias de la profesora de Plástica, Beatriz, natural de Cádiz y con veintiún años como docente.
Disfruta con el dinamismo de los cursos iniciales de la ESO,
aunque a veces sean bastante disruptivo. Al final estos se dan cuenta y
moderan su comportamiento. Comenzó enseñando a alumnos en su Andalucía natal,
como todos, era una docente joven y tímida, pero allí fue donde cogió rodaje.
Empezó en el mundo laboral como restauradora, en el taller
de madera de su padre, ayudándole con los encargos. Pero considera que es un
trabajo un tanto solitario y ella necesita gente a su alrededor. Es entonces
cuando opta por la docencia. Descartó ser veterinaria, aunque le encantaría
haber trabajado en zoos o en reservas naturales, pero se dio cuenta que era más
de arte que de ciencias
Lleva tan solo un año en nuestro instituto Sáenz de Buruaga,
aunque también ha estado en otros centros de Extremadura. No tiene un curso
favorito pero reconoce que en algunas clases la docencia es más difícil. No
obstante, aún así reconoce que de los fallos ella aprende.
Tiene buenos recuerdos de otros centros extremeños, como el
de Camino Morisco (de difícil desempeño, pero enclavado en el paraíso natural
de las Hurdes), Talarrubias, Arroyo de
San Serván…
En cuanto a su vida en familia, nos habló de sus dos hijos,
a los que ve poco por estudiar fuera. Sin embargo, están muy unidos a ella
porque se comunican a menudo y también han viajado a muchos sitios juntos.
Por último, si tuviera que dar una nota al Buruaga sería de
notable alto (un 8.5), pero espera que en junio esta calificación pueda
elevarse al 10.
Ha sido una entrevista muy amena y llena de sentimiento.
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