martes, 3 de diciembre de 2019

Edward Hopper





Eduardo Galiana Rivera alumno de 1º ESO B del IES Loustau- Valverde,  nos acerca a la obra del pintor Edward Hopper.
No os perdáis el audio, lo podéis escuchar pinchando en el altavoz





Edward Hopper. Dice así: “Mi objetivo en la pintura ha sido siempre la transcripción más exacta posible de mis más íntimas impresiones de la naturaleza. Si este fin es inalcanzable, puede decirse que también lo es la perfección en cualquier ideal de pintura en de cualquier otra actividad humana. La tendencia de algunos movimientos artísticos contemporáneos, aunque no de todos, parece negar este ideal y conduce a una concepción puramente decorativa de la pintura. Tal vez se deba matizar esta afirmación y decir que las tendencias aparentemente opuestas contienen cada una un poco de la otra. He tratado de presentar mis sensaciones en la forma que me resulta más agradable e atractiva. Los obstáculos técnicos de la pintura quizá dictan esta fórmula. Puede tener que ver también con las limitaciones de personalidad y, tal vez a ello se deban las simplificaciones que he intentado. Encuentro siempre en el trabajo la presencia perturbadora de elementos que no forman parte de mi visión y la inevitable destrucción y sustitución de esa visión a medida que la obra avanza. La lucha para evitar este deterioro es, creo, el destino común de todos los pintores para quienes la invención de formas arbitrarias tiene menos interés. Creo que los grandes pintores, con su sabiduría de maestros, han intentado convertir este difícil medio que es la pintura y el lienzo en un registro de sus emociones. Cualquier desviación de este objetivo principal me lleva al aburrimiento. El asunto del valor de la nacionalidad en el arte es quizás irresoluble. En general puede decirse que el arte de un país es más grande cuando mejor refleja el carácter de su gente. El arte francés parece demostrarlo. Los romanos no eran un pueblo estéticamente sensible, el dominio intelectual que Grecia ejerció sobre ellos no les llevó a perder su condición racial, pero ¿quién podría decir que no hubieran producido un arte más original y vital sin esa dominación? Se podría trazar un paralelismo no muy descabellado entre Francia y nosotros. El dominio de Francia en las artes plásticas ha sido casi total en los últimos treinta años en este país. Si era necesario aprender, lo hemos hecho. Cualquier otra relación de esa naturaleza sólo podía entenderse como una humillación para nosotros. Después de todo, ni somos franceses ni nunca lo seremos, y cualquier intento de serlo sería negar nuestra propia herencia y tratar de imponernos un carácter que no sería otra cosa que un barniz superficial. En su sentido más limitado el arte moderno parecería que tuviera sólo que ver con las innovaciones técnicas de cada época.

Fuente: INFOLIO

Laura Carnerero Carrillo
Valencia de Alcántara

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